Relatos: El cometa Paul

Hoy vengo a dejaros uno de los pequeños capítulos de un proyecto que me traigo entre manos. Espero que os guste. ¡Espero vuestras impresiones en los comentarios!


El cielo está lleno de estrellas, cometas y otros objetos no identificados, en este caso vamos a hacer un símil entre las relaciones con las personas y justo eso, el brillo de las estrellas y los cometas. Podemos diferenciar estrella y cometa en que las estrellas brillan hasta que dejan de hacerlo, son relaciones con un principio y un fin. Sin embargo los cometas son algo que brillan mucho en cierto momento y no se vuelve a ver hasta pasado un tiempo, son relaciones que perduran en el tiempo.



 El cometa Paul: El cometa inolvidable

 (Primer avistamiento: Febrero de 2020)


 Todo estaba perfecto hasta que llegó San Valentín, maldita fecha. No tiene por qué, pero parece que todo lo que te rodea gira en cuanto a lo solo que estás, y terminas cayendo en la tentación de buscar a alguien con quien hacer planes, alguien especial. Y más aún teniendo en cuenta estos tiempos que nos corren, de lo fácil que es «conocer» a nuevas personas, por aplicaciones, claro. 


 En esos días estaba hablando con alguien, alguien diferente. Después de algún que otro día chateando, decidimos quedar precisamente ese día de forma indiferente, como un que le jodan a San Valentín. En las conversaciones que teníamos hablábamos que, como sitio para quedar nos gustaban los karaokes, pues allí que fuimos. Tras varias copas de por medio fuimos camino del coche para volver porque era tarde, una vez en el coche nos miramos y no tardamos en decidirnos en darnos un beso, qué beso. Me sugirió una invitación a dormir, y con el subidón y con lo atractivo que me parecía, dije que sí. Entonces, me veo en una carretera monte hacia arriba y monte hacia abajo, perdido, sin luz. Llegamos a una casa que, ya de por sí, impresionaba. Sólo se escuchaban ladridos de perros y todo aquello a oscuras pero podía ver una fuente, una piscina, una terraza enorme con palmeras y hamacas. De primeras dices, hostia estoy en el puto paraíso, pero no dejas de tener en cuenta que la otra persona es alguien que no conoces de nada y que lo mismo te mata, que te droga. Pues allí que estaba yo. Entramos dentro de la casa, al entrar había una habitación despensa, seguido de un enorme salón-comedor con muebles de madera y tres sofás junto a una chimenea, conforme voy entrando voy relajándome un poco en el sentido de que no me van a matar ni nada parecido, menos mal. Pasamos a un patio donde había una pequeña terracita llena de plantas y flores con una puerta que daba a unas habitaciones, donde entramos directamente y nos tiramos en la cama, como era de esperar. Pasamos una noche bastante emocional de besos y abrazos, al día siguiente vuelta a casa por la mañana temprano.


 El fin de semana siguiente, volvimos a vernos, volvimos a ir al karaoke y volvimos a ir a la casa en el paraíso. Tomamos vino y bailábamos con música de fondo, sonaba la canción de Alaska y Dinarama “Ni tú ni nadie”, estábamos viviendo el momento. Pasamos una noche pasional entre sábanas y edredones, al día siguiente amanecimos entre abrazos y fluyó de pasar parte del día, recuerdo la sensación de desconexión, escuchando el silencio mirándonos a los ojos. Esa sensación no me la quitará nadie nunca, ese momento lo tengo guardado para mí. Esas tardes al sol bebiendo vino, esa sonrisa, me perdía en ella. Notaba que era mutuo. 


 Una semana después pasamos varios días juntos, y eso sí que fue mágico, esa complicidad, esa tranquilidad. Nos bañamos sin ropa en la piscina, tomábamos más vino, y además nos fumábamos algún que otro porro. Era idílica la sensación de vivir ese momento, ver cada atardecer juntos, despedir al sol entre risas. Respirar ese aroma tan diferente. Cómo es posible que de primeras tuviera la sensación de que quería matarme, cuando lo que realmente iba a hacer, es darme vida. 


 Luego de volar tan alto toca empezar a bajar, después de esos días llegaba lo que no queríamos que llegara, el momento de decir “hasta pronto” y así fue, nos abrazamos entre sollozos, secando nuestras lágrimas diciéndonos te quiero. Ahí estaba la magia de la conexión, era algo fuerte e intenso. Es entonces cuando empezamos a hablar de nuestras vidas de verdad y nos dimos cuenta de que no podíamos seguir la vida que quisiéramos, ahí nos dimos cuenta de que había sido una experiencia fugaz. 


 Él no quería seguir su vida como tal y decidió quedarse un tiempo más por Málaga, sólo para poder pasar un poco más de tiempo conmigo. Así lo hizo, consiguió encontrar una habitación barata, la noche antes de coger la habitación, la pasamos en mi casa. Salimos a media tarde a dar un paseo hasta que se nos hizo bien entrada la noche. Camino a casa no podíamos parar de mirarnos y detenernos para darnos un abrazo, realmente teníamos ganas de estar juntos, era una sensación que no había sentido nunca antes con nadie.


 A la mañana siguiente, desayunamos y llegó la hora de que se volviera a Málaga. Una vez se fue, me quedé con todos esos ratos que habíamos vivido y siendo egoísta, tomé cierta distancia con él. No quería que él cambiase sus planes por mí, yo tampoco quería cambiar los míos. Estuvimos hablando algún que otro día hasta que poco a poco perdimos el contacto, una tarde me dijo que me echaba de menos, yo no sabía qué responderle, así que decidí no decirle nada para no herir sus sentimientos, pero sentía que debería haberle escrito, con el tiempo se me fue olvidando poco a poco. Tampoco volví a saber de él, espero que esté donde esté, esté disfrutando y sea feliz. De lo que estoy seguro es de que en algún momento volveré a saber de él, pasen los meses, pasen los años.


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